Romper el techo de cristal: construyendo liderazgo femenino auténtico

En realidad, me emocionó ver en el Seminario Mujer y Liderazgo UC la cantidad de personas inscritas, lo que demuestra el interés de romper el techo de cristal, un desafío que captado la atención de muchas personas. Con el tiempo ha surgido con más fuerza la necesidad de que las mujeres ocupen un lugar relevante en las organizaciones dónde trabajan, si no, se pierde el talento que está presente en cada una de ellas.
Conócete a ti misma
Desde mi experiencia personal y a partir de los estudios e investigaciones que he realizado, quiero destacar que lo más importante al hablar de liderazgo femenino es comenzar por una misma. Es cierto que el entorno puede imponer barreras, que las mujeres han enfrentado muchas dificultades y desafíos, pero el primer paso es partir por uno mismo.
Partamos entonces por conocernos, por el autoconocimiento. ¿Quién soy realmente? ¿Qué me motiva? ¿Qué valoro? Cada persona debe encontrar su propio estilo de liderazgo. No se trata de imitar modelos que aparecen en libros de autoayuda, sino de construir un liderazgo auténtico.
En este camino, es fundamental identificar nuestras motivaciones, que pueden ser:
- Extrínsecas: impulsadas por factores externos, como una mejor remuneración, bonos o beneficios.
- Intrínsecas: aquellas que nos entusiasman y nos llenan internamente.
- Trascendentes: las que dan sentido a lo que hacemos, especialmente cuando renunciamos a cosas valiosas, como el tiempo con la familia.
Motivaciones, intereses y valores
Para romper el techo de cristal, también debemos reflexionar sobre nuestros intereses, no los pasajeros, sino aquellos que queremos desarrollar a largo plazo: ¿me interesa la tecnología, la gestión de personas, la mentoría? Y, por supuesto, nuestros valores: ¿valoro el aprendizaje intelectual, un ambiente laboral respetuoso, o el equilibrio entre mi vida personal y profesional?
Una vez que tenemos claridad sobre estos aspectos, es momento de identificar nuestras habilidades actuales y aquellas que podemos desarrollar. En un estudio que realizamos hace algunos años sobre liderazgo femenino, observamos diferencias interesantes entre hombres y mujeres. Mientras que los hombres destacaban en áreas como la toma de decisiones arriesgadas, el uso del poder o la planificación a largo plazo, las mujeres sobresalían en eficiencia, motivación, trabajo en equipo, habilidades interpersonales y resolución de conflictos.
Estas últimas habilidades, que muchas veces no se visibilizan, serán esenciales en el futuro. La inteligencia artificial podrá suplir muchas de las competencias más técnicas, pero no estas habilidades humanas. Entonces, ¿por qué las mujeres sienten que deben ocultarlas? Cuando entrevistamos a mujeres en altos cargos, muchas dijeron que habían llegado ahí “siendo como los hombres”. Y eso nos lleva a preguntarnos: ¿por qué esconder algo que es una fortaleza?
Autoeficacia y negociación
Después de identificar nuestras motivaciones, intereses, valores y fortalezas, es clave desarrollar la autoeficacia, es decir, la creencia de que nuestras acciones pueden llevarnos al éxito. Esta se nutre de:
- Logros personales: si ya lo hicimos antes, podemos hacerlo de nuevo.
- Experiencias vicarias: ver a otras personas similares a nosotras lograrlo.
- Apoyo de personas significativas: como mentores dentro de la organización.
- Estado emocional: el nivel de ansiedad que nos permite rendir bien.
Finalmente, analicemos lo que ocurre en el proceso de negociación, especialmente en la situación de contratación. Se ha observado que los hombres negocian de forma directa desde la primera entrevista: preguntan por el sueldo, las oportunidades de promoción, los beneficios. En cambio, muchas mujeres esperan a que les ofrezcan algo y aceptan sin negociar. Esto establece una base desigual desde el inicio, que luego se traduce en brechas salariales difíciles de cerrar.
Un liderazgo auténtico
En un experimento fascinante, se pidió a actrices representar a el rol de recién egresadas de un MBA que negociaban su contratación. A unas se les pidió que actuaran como hombres; a otras, como las mujeres suelen hacerlo. Luego, se mostró la grabación a hombres y mujeres para que eligieran a quién contratar. Los resultados mostraron, que ambos grupos preferían no contratar a las mujeres que actuaban como hombres. Esto revela un problema cultural profundo: los roles sociales siguen marcando nuestras percepciones. La forma en que percibimos como se debe actuar siendo hombres o mujeres está en lo profundo de nuestra conciencia y de la cultura a la que pertenecemos. Un camino para resolver este dilema sería desarrollar conductas asertivas, que se adecuen al contexto social sin dejar de aprovechar las oportunidades para lograr sus metas. No se trata de ser como otro, sino de ser una misma.
Todo viaje comienza con un primer paso. Anímense a construir su propio y auténtico liderazgo como mujeres.
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